Abarcas grandiosos imperios
sólo en el reverso de tus tristes retinas,
que aplacan tajantes
las ruinas en las que dormitas.
Acaricias la idea
de una dimensión superior,
donde los cuerpos se diluyen
y los sentidos se afinan.
Existe la herida sin dolor
como recuerdo de la materia viva,
real pero inerte de esencia,
marcadora de cicatriz abrasiva.
La respuesta te la da el instante
a la pregunta inevitable,
que se prende en un vaivén
como cántico apresurado.
Rehuyes un transitar ufano
de diretes decadentes
relegados a tu nada.
No es mirada ni palabra,
sino erupción de una muda verdad,
que no se derrama porque no quieres,
la frágil fortaleza la retiene
entre el fuego y el cristal.
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